PASAJE SEAVER Y EL FOTÓGRAFO DE LA MIRADA TRISTE Novela, 226 páginas, Editorial Éride, 2024 Precio: 17.- € (Envío incl.)
21,5 x 14 cm, ISBN: 9788410051409, Depósito Legal: M-8826-2024
PASAJE SEAVER Y EL FOTÓGRAFO DE LA MIRADA TRISTE SINOPSIS
Manuel es un estudiante malagueño de periodismo que viaja a Italia para conocer el pueblo de sus bisabuelos. Meses antes, en plena pandemia del Covid, recibió una carta anunciando la muerte de su abuelo paterno. Vuela a Buenos Aires con un poder para vender una propiedad heredada que está ubicada en un pequeño pasaje de la ciudad, con particular historia. Es aquí, al hurgar en las pertenencias del finado, cuando rescata una carta olvidada. Su lectura lo inducirá a viajar en el tiempo y acompañar al abuelo a lo largo de una vida difícil. Personaje contradictorio y de dudosa ética, sin embargo lo atrae tanto que establece con él una comunicación atemporal.
No bien aterriza en la capital argentina conoce a Mariana, una muchacha que le provoca unas sensaciones extrañas y que terminará por enredarlo en una maraña de sentimientos. También se encuentra con Gandini, un expresidiario amigo de su abuelo, que lo introducirá en un submundo alucinante y le dará una gran sorpresa.
Una familia rota impregnada de violencia, el odio visceral a sus progenitores, una vida plagada de frustraciones y con la mente atormentada por la responsabilidad de un accidente, no lograrán evitar que Juan Soriano disfrute de escasos momentos de intensa felicidad en los brazos de una mujer. La delincuencia, la corrupción, los movimientos guerrilleros y la brutal represión militar, serán los escenarios de algunos capítulos de este relato, alternados con amores a primera vista, traiciones y engaños. Historias dramáticas que dejan asomar algunas pinceladas de humor rioplatense.
Las historias de ciertos personajes secundarios que se van entrelazando darán un vuelco radical al final del libro que asombrará al lector.
RESEÑAS:
El fotógrafo de la mirada triste y el escritor de la pluma lúcida
PASAJE SEAVER, LA CONFIRMACIÓN DE ANDRÉS MONTESANTO COMO GRAN AUTOR DE RELATOS
No pudo encontrar el autor mejor complemento al título de su tercera novela: “el fotógrafo de la mirada triste”. El acierto prolonga una suerte de azares que en el mundo de la literatura no son tan comunes. Arrancar con una historia prometedora, que no decae o se embarranca, que destila sutilezas sin deshacerse de términos mundanos. Juntar dos léxicos tan hermanos, pero tan distantes en ocasiones, como son el castellano peninsular y el español que se habla en Argentina, se vuelve una suerte de divinos encuentros que acercan e invitan a ser voyeur de conversaciones ajenas. Y la historia fluye, y Andrés -experto viajero- se convierte en guía, sabe administrar silencios, aportar la pausa precisa y otorgar el tempo que requiere el relato. Se palpa además la veteranía del escribiente -ducho en otras artes- que cada vez se muestra más cómodo engrandeciendo la hoja en blanco con sus impresiones.
Escalas en Italia, Málaga, Buenos Aires, Uruguay… pero lo importante es el viaje literario, envuelto en arcaísmos (que entrañable oír vocablos como videocasetera, expresiones en desuso como encandilar con la mirada o sentencias sumamente certeras “soldado que huye sirve para otra guerra”) y acercarnos el hablar argentino (no solamente el lunfardo). Uno se ubica mejor en el lugar si te hablan de chorros, minas y pendejos o de los entrañables cambalaches o bulín. Bailamos y recordamos, nos mecen Discépolo y Mercedes Sosa. Pasaje Seaver destila tango, pero te mece como una zamba gracias a los personajes populares que pueblan el relato. Episódicos y secundarios que no se quedan atrás, ya no por retratar ellos mismos a una Argentina en reiterado suicidio, sino porque son pasto de biopic. ¡Qué personaje Gandini!, cuando él mismo reconoce al periodista protagonista “podrías escribir una linda novela con mis aventuras”.
No creo que Pasaje Seaver merezca secuela, como tampoco estimo que cierre una trilogía de andanzas de Andres Montesanto en la literatura. La escritura de este bonaerense, al que creíamos doctor y escultor solamente, retrata su eterna juventud y su sabio transitar. Seduce, con el tiempo -que extraños requiebros nos guarda el destino- gana en lírica -en ocasiones rememora el graduado de Hoffman-, y se adentra en la fotografía, pero sin desdeñar el grafiti, el expresar de manera áspera lo acontecido. Mención aparte merece la edición de Éride, trufada de encartes fotográficos y sumarios que hacen saborear lo recién leído. Además, hay algo de metaliteratura, un ejercicio complicado pero que de resolverse bien -como es el caso- encandila a los que desean adentrarse en el arte de la escritura. En resumen, lean, Pasaje Seaver es algo más que un pasaje literario, quizá un billete hacia la buena lectura, esa que deja poso, que te encariña con los personajes y que hace releer sus partes.
Fernando Lorenzo , periodista y crítico literario. 4 de junio de 2024.
Pasaje Seaver y el fotógrafo de la mirada triste
Vivir es ver volver, sentir, pasados los años vemos como la vida vuelve a pasar con otra mirada, la mirada del tiempo. Memoria y tiempo, espacio y recuerdos que esculpe con palabras Andrés Montesanto en su novela Pasaje Seaver y el fotógrafo de la mirada triste. Una novela “redonda”, de ida y vuelta. La historia comienza con un joven estudiante de periodismo malagueño, Manuel, que viaja a Italia, a Regio di Calabria, a la hermosa ciudad de Nicótera, en ella evocará la vida de la familia Soriano, de su bisabuelo Chicho, que en el año 1932 emigra a la Argentina, a Buenos Aires.
Nos trasladamos a la capital argentina, conoceremos de las historias de Chicho y su hijo Juan, el protagonista de la novela junto al nieto. Ambos personajes dialogarán a través del tiempo, Manuel alentará o reprimirá las acciones de su abuelo, en un diálogo figurado, atemporal, un ardid que el escritor, cada vez más experto en seducir al lector, utiliza con una eficacia indiscutible.
Los aconteceres se disparan, se desvelan hechos familiares que son secretos, relaciones carnales impulsadas por el instinto a flor de piel, los deseos y las frustraciones ocupan la pantalla, pues como en una película, en la lectura evocamos las imágenes que con tanta destreza Montesanto nos sugiere.
El mismo escritor ha puntualizado sobre las bases que sustentan la narración: La búsqueda de las raíces, las sombras de la inmigración, la decadencia de Argentina.
Sobre este último punto, Pasaje Seaver es símbolo de una época dorada, tan dorada como la luz de la farola de hierro forjado que alumbraba en la noche el pasaje. Una escalinata que daba acceso por ambos lados a un adoquinado. Un trozo de Montmartre en Buenos Aires que albergó tanto a trabajadores como a la bohemia radiante de una época oscurecida por los militares, que destruyeron el pasaje a partir de 1976. Ahora es una parte de la Avenida 9 de julio.
(Recomiendo encarecidamente ver en youtube un documental de aproximadamente 30 ‘sobre un evento de 2022 dedicado al pasaje Seaver)
Pero la historia es mucho más, es difícil de resumir en pocas palabras, conoceremos Argentina en un personaje ficticio pero verosímil, Gandini. Sabremos las triquiñuelas legales para evadir capitales a través de Uruguay. También de una carta que no llegó a su destino. Unos momentos duros como a pérdida de la mujer de Juan en un accidente de tráfico, una culpa que le acompañará el resto de su vida. La muerte de un amigo vivida en primera persona. Un sinfín de ocasiones para disfrutar de la prosa elegante, espontánea y limpia, también cruda, sentida, dura, de un escritor que se ha superado. Indiscutiblemente este tercera novela de Andrés Montesanto supera a las dos anteriores, Buscando a Elena y La Apostilla. El estilo no ha cambiado, pero el salto de calidad es evidente.
De manera jugosa os invitó al siguiente texto de la obra:
Descendió al valle y hundió los labios y la lengua en ese pubis delicado. Obnubilado, se bajó el pantalón y penetró suavemente en esa fuente sedienta mientras un suave jadeo en su oído lo impulsaba a un vaivén lento al principio, pero alocado, incontrolable que no fue capaz de detener cuando el jadeo se convirtió en quejas de dolor reprimidas. Y se inundó de placer, una multitud de estrellas d colores y fuegos artificiales estallaron en su cerebro y sintió unas uñas que se clavaron en su espalda y unos labios que besaron su oreja y su cuello. La paz absoluta que sigue a la descarga volcánica de un ser dentro de otro los acunó a los dos, entrecerraron los ojos y se besaron despacio, ya sin prisas, entregados.
Magnífico.
Enhorabuena.
Víctor M. Pérez Benítez, poeta y crítico literario. Málaga a 3 de junio de 2024
LA APOSTILLA Novela, 154 páginas, Editorial Anáfora, 2022 Precio: 12.- € (Gastos envío incluidos)
21 x 15 cm ISBN: 978-84-124949-8-3 Depósito Legal: M-465-2022
LA APOSTILLA Sinopsis
¿Qué te pasó, Argentina? se pregunta el autor antes de empezar con el relato. Un relato que nos llevará a un pueblo de la Provincia de Buenos Aires (Argentina) en los años ochenta, inmerso en la actividad agrícolo ganadera y las consecuencias de una economía inestable. Con un protagonista que debe recurrir a ingeniosas prácticas para sobrevivir a la descontrolada inflación. En forma paralela se suceden dolorosos escenarios nacionales, como la violencia, la guerra y la corrupción.
Drama, traición, costumbrismo, crónica política y pantallazos de economía se amalgaman en la narración, que con cierta dosis de ironía y humor argentino, termina atrapando al lector.
Una novela agridulce, donde se intercalan relatos costumbristas ambientados en un pueblo de la pampa argentina. Pero, intercalados con ellos se encuentran capítulos dolorosos de la historia reciente de Argentina: la guerra, el terrorismo, la represión, la corrupción generalizada, que han convertido a un país que ocupó los primeros puestos en el mundo por su desarrollo económico y cultural, a ser un país que expulsa a sus ciudadanos.
Xiz, Xulio - sábado, 20 de julio de 2024
Para comprender lo que aquí digo, debo indicar que viene a ser continuacion del titulado "Montesanto, amigo", publicado en Galicia Digital el 18 de enero de 2024, cuya lectura recomiendo para saber de qué hablo, y a quién me refiero.
Si con el primer libro de Montesanto -"Buscando a Elena"- tardé treinta meses en hacer un elogioso comentario, el del segundo libro de este italo-argentino-malagueño ve la luz en cinco o seis, cuando ya está esperando mi atención el tercero.
"La apostilla", segundo libro de Andrés Montesanto es el paso firme de un autor con el que cada vez me identifico más, al que -como pasaba en tiempos con españoles conscientes de la realidad de este país- le duele Argentina y comparte su dolor.
Comenzaba el mes de diciembre de 1986. Merce y yo participamos en la I Semana de Lugo en Buenos Aires -yo, también, como organizador- y al aterrizar en Ezeiza, tomamos un taxi (ya sabíamos que no debíamos "cogerlo") que nos llevase al centro de la ciudad.
El conductor, por nuestro acento, entendió de donde procedíamos, y nos preguntó que opinábamos de Alfonsín, entonces Presidente argentino, de ascendencia gallega, y yo forcé una respuesta cautelosa indicando que caía bien, estaba democratizando el país, se esforzaba por enderezar la economía...
Me interrumpió en gallego para proclamar: "Alfonsín é un fillo de...!"... Se identificó como gallego de Lugo, de una aldea de Ferreira de Pantón, que seguía trabajando como taxista porque su pensión -llevaba años jubilado- no llegaba para poder comer él, su mujer y una perrita que les hacía compañía.
Veo mencionado Raul Alfonsín, en "La apostilla" de Andrés Montesanto, si bien hay que esperar al final del libro para entender el por qué del título. Leí el libro en dos jornadas veraniegas, como diría Celso Emilio, "deitado frente ao mar, ese camiño". Y no sé si me cazó bajo de defensas, pero tengo que decir que es un libro tremendo, del estilo de los que me gustaría escribir, contando una historia gratificante, dura, de aprendizaje verso a verso, golpe a golpe. Inasequible al desaliento.
Muchas veces hemos escuchado, o nos hemos hecho la pregunta: ¿Que le pasó a Argentina...? ¿Que fue de aquel país, tan grande y tan nuestro, que -cuando yo aprendía a andar y Montesanto nacía-, le salvó la cara y algo más a Franco abriendo su infinita despensa para paliar la hambruna que gobernaba España?. Se le consideraba "el granero del mundo", y era uno de los diez paises más ricos del mundo.
Un síntoma de la grandeza cultural de la Argentina a la que nuestros emigrantes tanto quisieron y por la que tanto trabajaron, es el haber bautizado ciudades con nombres de personas auténticamente "grandes": Favaloro (cardiocirujano extraordinario), Jorge L. Borges, Piazzola...
Y los síntomas de la decadencia económica y social aparecen con claridad meridiana: Especulación, estafa, frustración, extorsión, corrupción, inflación, defraudación, coimas... "el que no afana es un gil!".
Desgrana Montesanto un innúmero de gobernantes populistas o autoritarios, arrogantes o imprudentes, ilusos o locos, militares o civiles, el primero de los cuales proclamó que "en manos del pueblo la violencia no es violencia; es justicia"... Lógicamente, después de ésto, no puede extrañar el diluvio.
La conclusión de Andrés -después de innumerables iniciativas, trabajos, aventuras, desengaños...- es que es más facil encontrar decencia en los más humildes, siendo legión los que en lugar de privilegio se creen con derecho a obtener ese privilegio de inmediato. "Cualquiera es un señor; cualquiera es un ladrón".
El protagonista, Dr. Antonio Fontana, que con Elena ha creado una familia feliz, como apostilla a una larga e intensa etapa vital, se ve impelido a buscar un mundo diferente, respirar libre fuera de la atmósfera que entre "hunos" y "hotros" han hecho irrespirable.
Parece que aquella Argentina, que fue y sigue siendo tan gallega, tiene razones sobradas para llorar por si misma.
(LA APOSTILLA, de Andrés Montesanto, está publicado por EDITORIAL ANÁFORA. www.editorialanafora.com )
LA APOSTILLA (Reseña)
Esta es la segunda incursión en la que el autor considera territorio ajeno, la osadía de un intruso, como él mismo se define en el mundo de la escritura. Andrés Montesanto, médico, escultor, humanista, nos regaló en su primera novela “Buscando a Elena”, con un lenguaje, más que lenguaje, con una jerga que se desarrolló principalmente en Buenos Aires a finales del siglo XIX y principios del XX, el lunfardo (muchos términos de esa jerga forman parte del actual lenguaje coloquial rioplatense) un viaje por la geografía argentina y por la vida de un niño que crece hasta ser adulto, siempre despierto en un mundo, a veces hostil, pero en el que la ilusión le hizo superar todas las dificultades.
“Buscando a Elena”, creo yo, no es un título al azar. Elena es el nombre de la belleza, Elena de Troya. En definitiva la búsqueda de la belleza, del amor, es el motor que mueve al mundo, y el que mueve al protagonista.
“La Apostilla”, es su segunda obra. Sigue la misma ruta que la primera, está hecha con los mismos mimbres: relatos cortos sobre los acontecimientos de la vida de su protagonista Antonio Fontana, “alter ego” de Andrés Montesanto. El estilo de la novela nos lleva a leer una situación tras otra sin solución de continuidad, más comprensible y fácil de leer para los lectores españoles dado que el uso del lunfardo es más escaso.
Las situaciones que se describen nos resultarán sorprendentes porque en ellas encontraremos sombras del ser humano, facetas desconocidas o al menos poco conocidas: mentiras, engaños, indidelidades, abusos de autoridad. De todas ellas extraemos aprendizaje. Es la receta mejor que nos puede dar: una novela entretenida, bien escrita, con garra e ironía y que además nos enseñe, nos instruya y nos prevenga de las caras de los que saben.
Pero, además la novela es un relato histórico de una Argentina que incomprensiblemente llegó a ser la mayor potencia económica a finales del siglo XIX con una renta per cápita superior a Estados Unidos y que en veinte años (de los años cincuenta a los setenta del siglo XX) llegó a tener una inflación del 200.000 %.
Argentina es una nación destruida por los militares, el peronismo, el terrorismo y la corrupción generalizada, tanto del Estado como de todos los ciudadanos. Aprenderemos como se puede distraer con una guerra de los verdaderos problemas sociales y como del fútbol se puede hacer también una guerra de distracción. Todos fueron víctimas de una enfermedad, el “Bacillus Afanancius”, como inteligentemente lo llama el autor. Los capítulos dedicados a la crónica política: la violencia, Los Militares, Las Malvinas, son aclaratorios de dicha destrucción, de una degeneración lastimosa.
Apostillar, según la Real Academia de la Lengua Española, es poner acotaciones o anotaciones a un texto. No es, pues, como en su primera obra, un título puesto al azar.
La Apostilla es la acotación que un país imprime en un documento oficial para que sea válido en cualquier país que suscribió el Convenio de la Haya. La solución para abandonar un país en el que vivir es imposible.
Unas narraciones y relatos que nos darán a conocer la historia de un país desde la óptica de un ciudadano normal. Es un legado a la memoria de los hombres y a la Historia.
Un libro interesante y que debemos leer.
Víctor M. Pérez Benítez. Poeta y crítico literario, 16 de mayo de 2022.
BUSCANDO A ELENA Novela, 352 páginas, Grupo Editorial 33, 2021 Precio: 15.- € (Gastos envío incluidos)
21 x 15 cm ISBN: 978-84-12106-05-3 Depósito Legal: M-101-2021
BUSCANDO A ELENA (Sinopsis)
Sobre minas, sorpassos y trenes perdidos.
Esta es la historia de Antonio, un adolescente argentino que pierde a su padre en el primer año del secundario y decide enfrentarse al mundo, sin resignarse al destino que lo espera. Comienza a buscar solo su propio camino en forma intuitiva. Después de años viviendo situaciones singulares, a veces graciosas y otras dramáticas, el relato lo deja en la treintena cuando decide dar un cambio radical a su vida y apearse una vez más del tren que lo lleva para empezar a construir, junto a su esposa, el futuro de la familia.
Hay varias líneas que se van entrelazando a lo largo de estos 54 relatos que, como las perlas de un collar, se suceden unos a otros pero sin perder su individualidad. La de su carrera, abreviada con varios sorpassos y que continuará en el sur argentino. Las relaciones con las minas, desde la niña que lo atrae a los doce años hasta que descubre a la mujer de su vida. La laboral, con los diferentes trabajos que desarrolla en todos esos años. La maduración como persona, a través de sus viajes en auto stop descubriendo el mundo y la gente. La evolución política de Argentina en unos años delicados de guerrillas y desaparecidos. Todo ello con el paisaje de fondo de Argentina, Brasil y Europa, culminando los últimos años en un paraíso de la Patagonia.
La novela se compone de cinco partes independientes: La carrera y los sorpassos, La aventura y la pérdida, El verano del 68, A Carabanchel y vuelta y El milagro de Esquel. Toda escrita en "argentino" y en el lenguaje que usaría el protagonista en ese lugar y esa época, como aclara el autor en el original "Manual de instrucciones", donde además se incluyen algunas nociones de gramática bilingüe.
BUSCANDO A ELENA, novela estreno de Andrés Montesanto, argentino, médico y escultor, quien nos sorprendió con sus esculturas y su taller de secretos y obras inéditas, ahora, nos sorprende con esta novela.
Una narración atípica, hecha por un argentino…que desea recordar épocas, situaciones, personajes, acontecimientos e historia, costumbres, lugares, experiencias de vida cotidiana … Los que deseen conocer las raíces argentinas, encontrarán, ni bien comiencen su lectura,un “Manual de Instrucciones” (como lo llama el autor) a modo de guía para incursionar y deleitarse con el vocabulario autóctono (lunfardo) y costumbres de la idiosincrasia argentina.
Silvia Fernández Romay, periodista argentina
Busquen un buen sillón, y disfruten de este ejercicio de memoria y literatura, una novela llena de viajes y aventuras, del descubrimiento del sexo y la política, una radiografía sociológica de la Argentina de los años sesenta y setenta, una buena novela de iniciación, un Bildungsroman o novela de formación que nos llevará a la evolución física, psicológica, moral y social de nuestro protagonista Antonio, desde su infancia hasta su madurez, todo en la búsqueda de su perfeccionamiento y de su complemento: Elena.
Víctor Pérez Benítez, poeta y crítico literario
Sobre Buscando a Elena, novela de Andrés Montesanto 1
Aurora Gámez Enríquez
Delegada2 de la ACE-A
Buscando a Elena, es una novela de Andrés Montesanto. Llegó a mí, de su mano, y ocupó estos días primeros del mes de enero de 2022, gracias Andrés por este regalo. Merece ser comentada, ya que pude disfrutar de una lectura agradable e interesante.
Es una historia de superación personal, de vida intensa, determinación y valentía ante los obstáculos. Por eso recuerdo, y viene a colación, las palabras de un grande: “Hay una fuerza / motriz más poderosa que el vapor, / la electricidad y la energía atómica: la voluntad”, Albert Einsteim. Nos encontramos con un relato sencillo, de un ser excepcional, que lo tiene todo en contra y se dedica al estudio y el trabajo con determinación. La fuerza de voluntad, es la fuerza motriz del personaje principal de esta novela, Antonio. ¿De dónde sale esa fuerza?, ¿es excepcional o común a todos los mortales?, ¿Por qué no todas las personas tienen ese carisma?
Artículo completo: http://www.sur-revista-de-literatura.com/ Nº 18, Verano 2022
MONTESANTO, AMIGO GALICIA DIGITAL Xiz, Xulio - jueves, 18 de enero de 2024
Xiz, Xulio - jueves, 18 de enero de 2024
Comenzar un año es buen momento para formular buenos deseos pero es mejor todavía si liquidamos deudas pendientes, y yo tengo deuda con Andrés Montesanto, vencida hace mucho tiempo, que he de liquidar para su satisfacción y mi tranquilidad.
La deuda se remonta a junio de 2021 -dos años y medio- cuando recibimos en Galicia Digital su libro "Buscando a Elena", libro que leí con fruición, pero el tiempo fue pasando sin que le hiciera llegar mi necesariamente elogioso comentario.
Jóvenes ambos (El del 48, yo del 47) comprenderá mi disculpa si le digo que nuestras jubilosas jubilaciones andan parejas resultando bastante más complejas qiue algunas trayectorias laborales. Pero no podemos culpar a las circunstancias ni a la vida, sino simplemente a que "nos va la marcha".
Resulta pues que, con arreglo a la terminología de nuestra juventud, "le debo carta a Montesanto" desde hace treinta meses, por lo que preciso extenderme en la misiva, y ya que la respuesta es pública comenzaré por explicar que Andrés Montesanto (Buenos Aires, 1948) es amigo aunque no nos hayamos visto nunca, relacionándonos a través de mi hija Teté, comprobando que tenemos como una identidad gemelar en cuanto a actividades, talante, actividad... superándome en muchos codos en expresión literaria y especialmente en plástica.
Es médico y escultor, con obras que desafían el tiempo y los elementos en Andalucía, Bilbao, Madrid... Se presenta como "italo - argentino - malagueño", y hace bien: Vive en Málaga, ha sido nombrado Caballero de la Orden de la Estrella de Italia, y la representación de la República Argentina en Andalucía le ha rendido homenaje por su trayectoria profesional y artística, y por la difusión de los valores del arte y de la cultura argentina en el sur de España.
El libro
Pero yo basicamente quería hablar del libro de Montesanto, treinta meses después, como si hiciese parte digerir espiritualmente su contenido para, una vez macerado, expresar mi admiración por esta "ópera prima" con la que mi amigo cumple con la exigencia natural de escribir un libro, más siendo médico.
Sé bastante de ese tema por tener varios amigos médicos que son excelentes escritores, pintores, músicos... Puede que la vocación que profesan abra determinadas puertas intangibles a mundos más luminosos que éste, y sus amigos disfrutan de esa especial visión y sensiblidad.
Estoy cierto que la historia de Elena, primer amor, que aflora en su edad madura, pugnaba por nacer y tuvo que surgir una catástrofe mundial para que un sueño se hiciese realidad. Es difícil hablar de frutos benéficos cuando se trata de una catástrofe mundial, pero si algo bueno ha producido es el de, al recluirnos, hacernos refugiar en nosotros mismos y - algunos elegidos- producir obras de arte.
Si es verdad lo que el autor dice que "es una novela que surge de la imaginación del autor" y "cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, me descubre ante una mente fértil que es capaz de crear un mundo de humor y de amor; de crítica ante los abusos particulares u oficiales; de la rebeldía natural de la juventud pero especialmente -y mucho más fructífera- de que prolongan una juventud entusiasta y productiva y saben ir por delante del mundo en tiempo cada vez más complejo.
Montesanto es un cirujano de los sentimientos, de la vida, que sabe expresar sentimientos, comprender reacciones, superar cualquier tipo de dificultades... y si un cirujano tiene que respetar determinados puntos sensibles, intocables, del cuerpo humano, el pulsar la tecla precisa para provocar la atención del lector, contagiarlo de sentimientos y hacer que su sensibilidad vibre en la misma frecuencia que como escritor diseñó. Me gustaría tenerlo como médico, consejero, sabiendo que es de los que el cincuenta por ciento de su taumaturgia puede estar en sus conocimientos médicos, pero con toda seguridad el cincuenta por ciento esencial está en el conocimiento y trato del ser humano.
Para terminar, quiero dfecir que el sexto atributo sensorial de los gallegos conscientes es el "sentidiño", que no responde a ningún órgano perceptivo, y no se puede traducir alegremente por "sentidito", que sería una monumental metedura de pata. Digamos que, sin posible traducción, es algo así como el "sentido común" de las gentes de una tierra "de lluvia y calma", como dijo Miguel Hernández.
Leyendo los comentarios de Montesanto en Galicia Digital, estoy convencido que en sus antepasados tiene que haber algún gallego, o haberse contagiado profundamente de galleguidad en el gallego Buenos Aires. Porque este médico, escultor, escritor; joven dinámico y expresivo, escribe con un "sentidiño" que de por sí no lo da la medicina, la escultura o la escritura; que tiene que venir "de fábrica".
Puede que él no lo sepa, o que yo me empeñe en que todo lo bueno tiene algo que ver con Galicia, pero no puedo evitar pensar que Montesanto es "de los nuestros". Y no me refiero a que sea gallego, sino a que disfruta de lo que para nosotros es el desideratum -mínimo común múltiplo o máximo común divisor- de la forma de ser, estar, vivir una persona; con "sentidiño". Abrazos, amigo.